
A mí también mi perra me cambió la vida.
¡Hola! Me llamo Leticia y soy la tutora de Mandarina. Hasta hace casi 7 años no tenía ni idea de lo que suponía compartir mi vida con un perro. Y justamente ahí llegó Mandarina.
Por ponerte un poco en contexto, Mandarina es una podenca adoptada que llegó a casa como una acogida desde la protectora de Aranjuez. Desde entonces, no nos hemos separado. A la semana de estar en casa, ya sabía que quería adoptarla. ¡Y así lo hice!
Pero la adopción de un perro no era tan sencilla como me la habían pintado.
Cuando Mandarina llegó a casa, le tenía miedo a todo. Y, cuando digo a todo, es a todo: a los hombres, los coches, las motos, otros perros, los barrenderos, el afilador, los camiones, los autobuses… Y, a todo esto, yo al principio no la entendía.
Además, a pesar de contar con ayuda profesional no terminaba de encontrar pautas que encajasen con mi manera de entender mi relación con un perro.
Muchas veces he vuelto a casa de un paseo con Mandarina tremendamente triste o frustrada.

Había contado con ayuda profesional, había sido tremendamente constante y, aun así, no conseguía ayudar a Mandarina a que superase sus miedos.
Me había marcado falsas expectativas, a veces me sentía muy sola porque no sabía cómo actuar y los consejos que me daban otras personas no funcionaban.
Por suerte, con mucho trabajo, muchas lecturas y constancia Mandarina ha ido superando poco a poco sus miedos. ¡Ahora está hecha toda una perra valiente!
Estos 6 años han sido una montaña rusa de emociones. Desde la felicidad más absoluta cuando veía un avance, por pequeño que fuera, hasta la frustración y la tristeza cuando veía que había retrocedido en este camino.
Y precisamente de la incertidumbre y la impotencia por no saber cómo actuar nace Perra Tormenta.
Un perro te cambia la vida.
Y lo digo con la connotación más positiva que puedas tener en mente.
Convivir con ella me ha llevado a estudiar Educación Canina. Pero eso es lo de menos: me ha ayudado a conocerme mejor a mí misma, a poner límites que antes era incapaz de establecer, a entender una relación multiespecie de igual a igual y a conocer y etiquetar mis monstruos. Me ha ayudado a reconectar conmigo misma en un momento en el que llevaba años sin hacerlo.
Y todos los momentos de soledad y frustración han merecido, con creces, la pena.