fbpx

Tu estrés también es el enemigo de tu perro

Hoy quiero hablar contigo de estrés. Supongo que no te sorprenderá si te digo que el miedo y el estrés están detrás de muchas de las conductas “no deseadas” -me da un poco de rabia catalogarlo así- de los perros con los que convivimos. Sin embargo, hoy quiero hablar contigo de nuestro estrés. El tuyo y el mío, como guías de un perro. Y de cómo hacer mi propia terapia de reducción de estrés ha tenido un efecto muy positivo en Mandarina, la perra con la que convivo

Si lo prefieres, puedes escuchar este artículo. ¡Dale al play!

Pero empecemos por el principio, déjame ponerte un poco en situación. Mandarina tiene un problema relacionado con la separación y en mayo hice un seminario específico de Ansiedad por Separación en Más que guau. Y, desde entonces, empezamos una terapia de reducción de estrés con ella. Y sí, también para mí. Te cuento por qué.

En octubre de 2017 salía publicado un estudio de la Universidad de Nápoles Federico II que afirmaba que los perros son capaces de detectar el miedo y el estrés. Y es que tanto el miedo como la felicidad producen unas señales químicas y cambios en el olor corporal humano, y se demostró que los perros eran capaces de interpretarlas inconscientemente -al igual que hacemos las personas-. 

Como curiosidad, te diré que se tomaban muestras del sudor de los voluntarios y voluntarias cuando veían vídeos diseñados para causar miedo, felicidad o una respuesta neutral. Posteriormente, se presentaba estas muestras de olor a los perros y se controlaba tanto su comportamiento como su frecuencia cardíaca. 

De esta manera, se constató que los perros expuestos al sudor de personas que habían visionado el vídeo diseñado para causar miedo mostraron más signos de estrés y tenían ritmos cardíacos más elevados. Además, buscaban más la figura de referencia de su guía y estaban menos predispuestos a tener contacto social con extraños. 

Los perros son otro mundo, ¿verdad?

El caso es que ahí estaba yo en mayo, aprendiendo que hay multitud de factores que están detrás de los problemas relacionados con la separación y decidida a empezar una terapia antiestrés para ayudar a Mandarina. Y, de repente, pensé: ¿y qué pasa conmigo? Que sí, que voy a mil revoluciones y creo que contagio de todo menos tranquilidad. 

Y ahí, lápiz en mano, me puse a identificar estresores

Hay uno que probablemente es común a todas las personas: el trabajo. Es cierto que si tu vida laboral supone unos niveles de ansiedad elevados, como era mi caso hasta poco después de la pandemia, tienes que ponerle solución. Sin embargo, entiendo que tener ciertos niveles de estrés en el trabajo es inevitable. 

Con lo cual, en mi caso este estresor quedaba descartado. 

Sin embargo, sí identifiqué otros muchos estresores que provenían de un mismo origen. Y este no era otro que mi nula capacidad para decir que no. Y es que a mí me cuesta horrores pensar que mi negativa puede suponer un conflicto con otra persona, o que puede hacerle sentir mal. 

Y esto me ha llevado a aceptar propuestas laborales o planes sociales que no me apetecían ni por asomo por el simple hecho de no generar un conflicto. Que claro, luego derivaba en un conflicto interno. 

Así que, desde mayo, he empezado a decir que no a aquello que no me apetece. Porque no es el momento, porque tengo otras preferencias u otros objetivos en este momento, porque la evolución de cada persona es diferente o por el motivo que sea. 

Otra cosa en la que estoy trabajando es no dar explicaciones ni poner excusas a diestro y siniestro. Me di cuenta de que me pasaba media vida disculpándome para evitar estos conflictos, cuando realmente no había motivo para hacerlo. Simplemente, no me encaja esta propuesta. Y no pasa nada.

Así que bueno, ahí ando. Al igual que ocurre con los perretes, este no está siendo un proceso lineal. Así que hay días que lo llevo bastante bien y otros que me cuesta horrores. Pero bueno, supongo que será cuestión de ir normalizándolo. La primera vez que te dicen que no, choca.

El caso es que, sorpresa, ¡no ha pasado nada! O bueno, sí ha pasado bastante: mis niveles de estrés han bajado considerablemente, y la irascibilidad de los días anteriores a hacer aquello que había aceptado simplemente porque sí, también. Y, sinceramente, creo que esto también está influyendo, y mucho, en Mandarina. 

Muchas veces queremos convivir con un perro tranquilo cuando somos nosotras las que, como guías, vamos a mil revoluciones. Además, en algunas ocasiones quizá por bloqueos personales que no nos están ayudando lo más mínimo. Y que sentarnos a ponerle solución no es tan complicado, o al menos no lo ha sido en mi caso, como imaginaba en un inicio.

Así que creo que, además de intentar ayudarles a reducir estrés con las miles de pautas que ya sabemos, también es importante mirar hacia nosotras mismas, identificar estresores fáciles de erradicar y trabajar por nuestro bienestar.

No me canso de decirlo: compartir mi vida con Mandarina me ha ayudado, y me sigue ayudando, a conocerme más a mí misma y a mejorar algunos aspectos personales de los que no sé si hubiese sido consciente sin ella. 

No sé si tú también has tenido que modificar algunas cosas o mejorar para poder ayudar a tu compi canino. Si te ha pasado lo mismo y te apetece contármelo, yo más que feliz de compartir experiencias contigo. Ya sabes que puedes hacerlo a través de nuestro perfil de Instagram.