fbpx
Red flags educación canina

¿Cómo elegir un educador canino? 6 red flags que debes evitar

¿Alguna vez has querido contar con la ayuda de un profesional de la Educación Canina y no has sabido cuál es la mejor opción? ¿O has contado con profesionales que no han sido lo que tú esperabas?

Nosotras -Mandarina y yo- hemos pasado por 3 educadores diferentes hasta tener las herramientas para elegir un profesional con quien creemos que vamos a encajar a la perfección.

Hoy quiero echar la vista atrás y contarte qué errores he cometido a la hora de elegir en el pasado a los otros educadores caninos con los que hemos trabajado. En este episodio, quiero contarte cuál ha sido nuestro recorrido a lo largo de estos años. 

Y, ahora que está tan de moda eso de las red flags, quiero hablarte de cuáles serían para mí las señales que me harían desconfiar de un profesional de la educación canina. Ojalá así pueda evitar que otras personas cometan algunos errores que cometí en el pasado. 

¡Vamos allá! Voy a hacerlo de manera “cronológica”. Es decir, desde el primer contacto hasta, posteriormente, las sesiones con el perro. 

Si prefieres, puedes escuchar el contenido de este artículo en el podcast. ¡Dale al play!

Red flags a la hora de elegir un educador canino

Lo primero en lo que me fijo es en su manera de interactuar con Mandarina. En casa, 2 de los 3 educadores quisieron lucirse en la primera visita para demostrarme el don que tenían a la hora de relacionarse con los perros.

Ahora, que con Mandarina lo llevaban claro: no se les acercaba ni por asomo, y no les permitió que la tocaran. Aun así, esos 2 mismos educadores insistieron en más de una ocasión, incluso cuando estaba con la correa y el arnés para salir a la calle y ya no tenía la posibilidad de huir que había tenido antes. Así que primera red flag: querer hacer una demo en directo, sin leer a tu perro y sin respetar su comunicación en ningún momento.  

En segundo lugar, los 3 educadores con los que hemos contado no se han interesado por el día a día de Mandarina: solo por la conducta desadaptada. Ninguno de los 3 me preguntaron en ningún momento por su rutina diaria, su lugar de descanso, su alimentación o si tenía algún tipo de patología o dolor crónico. 

Tampoco me preguntaron qué miedos tenía o qué situaciones le costaba más gestionar. Así que, para mí, una segunda red flag sería no realizar una análisis integral del caso. 

Y esto está muy ligado con la tercera línea roja: estos tres profesionales solo se fijaron en la conducta desadaptada, pero jamás me hablaron de la causa emocional que había detrás. Y, en los 3 casos, solo me ofrecieron poner parches: come muy deprisa: cómprale un comedero antivoracidad. Tira de la correa, párate cada vez que tire y cambia de dirección. Ni una mención al estrés o al miedo, solo formas de frenar esa conducta.

En mi caso, la cuarta red flag es no explicar el porqué de las cosas o sentirse atacados cuando les cuestionas algunas prácticas. 

Y es que nosotras hemos dado con educadores reactivos. Si les preguntaba por qué íbamos a hacer X práctica o cuestionaba alguna de las mismas porque no me sentía cómoda, se sentían atacados. Y respondían bastante mal, dejándome claro que yo no tenía ni idea y que, si quería que Mandarina mejorase, tenía que hacerles caso. 

Es como si vas al dentista, deben sacarte una muela y, al preguntar por qué no hay otra solución, el dentista en cuestión se pone hecho un basilisco en lugar de explicar la causa médica que hay detrás de esta extracción. 

La quinta red flag sería emplear las recetas universales, sin fijarse en la individualidad de cada perro

Y ya por último, aunque creo que sobra decirlo, emplear el castigo en alguna de sus formas sin olvidar que el dolor social juega un papel fundamental en la vida de los perros. Y que, muchas veces, lo que entendemos como un premio también puede ser un castigo si no se valora el entorno y la situación en la que se lo estamos dando al perro.

A mí, una educadora supuestamente en positivo me ha echado en cara que yo no sabía regañar a mi perra en una situación en la que ella estaba sobrepasada. Y que, así, era imposible que me impusiera. Cuando Mandarina simplemente estaba ladrando por miedo, y no necesitaba ni merecía que yo me impusiera para absolutamente nada. 

También me han aconsejado abrir la puerta y regañarla cuando se quedaba ladrando al irnos de casa, y volver a salir dejándola sola de nuevo. ¿Qué repercusión tiene añadir más dolor social a una perra completamente sobrepasada por una situación y que solo tiene esa manera de expresarlo? Pues eso.. 

Seguro que hay muchas otras que me estoy dejando por el camino. Al menos en mi caso,  tener las herramientas ahora para poder saber qué profesionales encajan con mi manera de entender mi relación con mi perra ha sido un abismo. 

Pedir ayuda, delegar en otra persona, tener una visión con experiencia y confiar en su enfoque hace que esta vez sienta que va a ser diferente. Y no te hablo de resultados, sino del camino juntas. 

Ojalá pueda hablarte pronto de pequeños cambios que, estoy segura, van a ser grandes victorias para nosotras.

Y por cierto, si estás buscando un educador o educadora, te recomiendo entrar en la web Stop Chispazo, un directorio de profesionales con un enfoque amable y respetuoso.